Abulia

Hoy escribo por desidia. Escribo porque empiezo a odiar la abulia. No es broma, hay días en que me quedo paralizado pensando en todo lo que debería hacer y no hago porque al final nunca me siento satisfecho. Por las noches reviso perfiles de facebook y me masturbo con las fotos de las chicas. Fue un juego de corta duración...
























P


Porque pronto perdió sentido. Me molesta verme con el semen escurriendo por mi vientre con la foto de perfil de la 

seductora como panorama dramático. Es que luego debo de ir a limpiarme y echarme un poco de agua en el pito porque si no se me apesta y me jode cuando mis perros me huelen el bulto y mi hermana dice que huele a pescado cuando me acerco. Qué fastidio. Así como me masturbo, escribo. Con el mismo tedio. Supongo que lo normal sería que lo disfrutara, y en serio, quisiera hacerlo, sólo no sé hacerlo. Me canso muy rápido de las cosas, sobre todo de las sonrisas, menos las de las mujeres e amo, esas siempre me hechizan. En cambio la mía está podrida, siempre que rio siento como si el tiempo se parara y me exigiera que desvanezca dicha expresión lentamente y rece una padre nuestro a mi Dios inexistente por cometer dicho pecado. Es horrible. Todos usamos máscaras, la risa es la que menos me queda. Me siento más cómodo en la abulia. Ojos que no dicen nada, cabello despeinado, sonrisa maquiavélica. Lunares abultados. No digo nada. Mejor lo escribo. Me molesta ver personas porque todo lo que tengo que decirles lo digo mejor por papel. Me cuesta trabajo ser sincero en persona porque no es tan lindo lastimar a las personas ante tu mirada, bueno sí. Es hermoso ver las lágrimas escurrir y reflexionar perplejo ¿por qué no siento nada? Cuando Sofía me dijo que la violaron me estaba masturbando. Luego ella también lo hizo, le dije <tienes un problema con el sexo>, ella inmutada y estoica sólo acertó: <sí>. Seguimos nuestro drama, nunca podemos masturbarnos, siempre algo lo jode. Somos nosotros mismos que hacemos un drama de todo y no disfrutamos nada. Cuando hablo con Sof por teléfono escucho a la totalidad de Sofía. Un segundo está riendo, otro me está hablando de teoría, al siguiente llora sobre su violación, luego se masturba, luego me reclama porque nunca sé cómo mojar su horno. Ella dice que su humedad es impresionante, que casi todo el día está mojada, y vaya que le creo. Pero ella tampoco sabe seducirme a mí, me la pone dura-flácida. Ese punto intermedio de la verga que cómo caga. 

Cuando empecé a escribir esto, tenía una idea que quería desarrollar. Ahora la he perdido, no recuerdo qué quería decir. Lleno hojas para matar el tiempo antes de que el tiempo me mate a mí. Tic-tac, tic-tac. El mundo sigue y nunca para, y no hago ninguna diferencia en el mundo. Por eso comprendo a los suicidas que se lanzan al metro, al menos tienen la firme convicción de joder a miles de personas en su último acto. Eso sí que es heroico. Zizek prefiere los suicidios silencioso, yo los ruidosos que dejan traumas a los niños. Es cuestión de perspectivas o de traumas, como se le quiera ver. A Sofía le gusta ver el periódico acumulado, lo observa con melancolía. En sus propias palabras:

“Es lamentable mirar el vacío lleno de periódicos viejos, estúpidamente abandonados con noticias pasadas, nos olvidamos rápido de todo. Yo soy de esas personas que guardan, que recortan artículos para perderlos entre notas, en alguna de las libretas donde anoto y anoto sin comprender nada. Es una verdadera pena ver los periódicos inservibles, empolvados, guardados por mera afición, porque me pongo nostálgica al tirarlos. Pienso con reiteración que por suertes incansables el destino de las hojas entintadas será más interesante, cuando menos más atractivo, ya sea por desfigurarse entre sátiras muertes a la mexicana, o por alebrijes coloridos. “

Yo pienso todo lo contrario. Siempre que veo el periódico me deprimo. No dejo de pensar que algún día estaré en la portada de alguno amarillista. Además, cuando todavía le tenía cierto cariño al acto de escribir, me imaginaba en un futuro haciéndolo para un periódico, pero sabía que nadie me leería, que lo más probable es que mis grafías terminaran en la basura llenas de miados. Como yo lo hago cuando limpio las “travesuras” de mis perros. Me da igual con qué sea, da para lo mismo, a veces con fotos de Milley Cyrus, de la muerte de García Márquez, fotos de políticos, de indígenas. Algún día tal vez dirija una amenaza de bomba a un periódico y entonces al día siguiente vendan el diario con mi carta en primera plana. Esa hoja la usarán para envolver papayas, para matar moscas, para limpiar orines, para educar canes, para limpiarse el culo, para lo que sea, porque realmente no tiene valor alguno. Somos tantos, tan cercanos y sin nada qué decirnos. El vacío espiritual de la humanidad más grande que nunca. 

¿Ven por qué me molesta escribir? De nuevo no dije nada. Es como un río, la primer gota, la siguiente se acumula y de pronto todo tiene cabida. No hay nada en específico qué decir.